A la edad de 45 años, Eduardo Juan Couture Etcheverry, el gran jurista uruguayo, impartió una conferencia en el Colegio de Abogados de Buenos Aires, reproducida en el Boletín del mismo de 1949. Tiene como génesis un esbozo publicado en la Revista de Derecho Procesal de 1948, de donde nace una pequeña obra jurídica de enorme contenido ético, quizá de los más famosos textos de la literatura en la materia, Los mandamientos del abogado, mejor conocido como El decálogo del abogado.
La relevancia de la obra de Couture se extiende a diversos ámbitos, pero el título señalado ya de por sí indica por qué alcanzó gran reconocimiento entre las principales figuras del mundo jurídico, pues es (se estima en el ámbito legal) lo que todo abogado debe tener presente a lo largo de su vida profesional.
Perfecto corolario de su conspicua carrera, El decálogo del abogado es el fruto de sus años como catedrático y escritor, de abogado postulante, de académico y ferviente amante de la aplicación del Derecho, en especial del Procesal Civil. Quienes tuvieron cerca a tan ilustre jurista pueden bosquejarnos el contexto en el que para el doctor Couture fueron meditados sus mandamientos. Así el profesor Nelson Pilosof, por ejemplo, nos dice: «Su existencia pareció presidida por la enseñanza de aquel pensador que nos indicó vivir con la convicción de que mañana mismo podemos morir». De esas palabras, grávidas de sobrecogedor llamamiento, extraemos lo más puro de la personalidad del maestro. En una hora en que las bocas proclaman principios y las conductas los desvirtúan; en un mundo en que se exigen derechos, pero se rehúsa asumir responsabilidades; en una sociedad en la que hay oídos para el halago, pero no para la réplica, Couture nos habla de tolerancia, libertad, misericordia y amor. «Es que su postura ante el mundo y ante los hombres fue semejante a la del profeta. Habló con el lenguaje firme y expresivo de la conducta, por temor a que el silencio de las palabras pudiera diluirse. No exhortó: reclamó con amor el cumplimiento de los máximos postulados en los que creyó y por los que brindó bondadoso lo mejor de sus afanes».
También Daniel Escalante expresa lo siguiente respecto de tan plausible aporte: «Como arte y política, ética y acción al mismo tiempo, consideró el doctor Couture a la abogacía: arte de las leyes, sustentado, antes que nada, en la exquisita dignidad de la materia confiada a las manos del artista; disciplina de la libertad dentro del orden; como constante ejercicio de la virtud; como constante servicio a los valores superiores que rigen la conducta humana; todas ellas contenidas dentro de la mayor diversidad de formas que ofrece el ejercicio profesional, y cada una de ellas con su propio estilo. Desde estos puntos de vista formuló Los mandamientos del abogado el doctor Couture; admirable decálogo, del que conozco, por lo menos, cuatro ediciones; hermoso libro preceptivo de la conducta del abogado. Cada uno de los diez mandamientos aparecen, dentro de las reducidas páginas de la obra adecuada, breve y, a la vez, profundamente desarrollados y puntualizados; por lo mismo, todos y cada uno son de diaria aplicación y de permanente vigencia durante la vida del abogado que ame, según el último de dichos preceptos, a su profesión y que la considere “de tal manera (dice textualmente) que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea abogado”».
La genial obra del jurista uruguayo no es únicamente válida para abogados, sino para el ejercicio de cualquier profesión o, incluso, para la vida misma. Tantas veces reproducido, un portal jurídico que se precie de serlo, no puede dejar de tenerla en su cabecera, siendo así del tenor literal siguiente:
I. Estudia. El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos Abogado.
Mi gran profesor y querido amigo Alejandro Rangel Cansino, siempre ha incluido en todas sus clases y claro en el despacho, estudiar antes de que todo suceda es ir un paso adelante, entonces dedica tus días a estudiar y seguir aprendiendo vuelve al derecho parte de tu rutina.
II. Piensa. El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
El profesor Isidro Casas Resendiz argumenta cada día al ver a cada abogado en el despacho trabajando en un asunto “de que sirve ser un estudiante excepcional sin poder entender el sentido de las cosas que has redactado”. Piensa luego actúa
III. Trabaja. La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la Justicia.
A lo largo de nuestro camino como litigantes o partes del servicio público llegamos al entendimiento que nuestro trabajo de velar por la justicia y el bienestar social seguirá en pie siempre que la transformación nos alcance
IV. Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia.
El objetivo, aun cuando nos encontramos en un estado de derecho, es nunca olvidar que dirigirnos con ética profesional y una justa causa será las puertas de un camino exitoso
V. Sé leal. Leal como tu cliente al que no puedes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el Juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices y que, en cuanto al Derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
En el transcurso de nuestro camino como profesionistas del derecho, no debemos de perder los ideales por los cuales elegimos la carrera. La lealtad a ellos será la forma de nunca traicionar todo aquello que nuestra profesión implica y por supuesto todas las personas que acuden para ser ayudadas.
VI. Tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
Un principio que tendrá que ser firme en el andar de nuestra profesión el secreto que nos han confiado no es para ser divulgado y desechado es para cuidarlo y respetarlo
VII. Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
Abogado recuerda que nunca abra obstáculo pequeño ni tampoco enemigo por esta razón se cuidadoso, meticulosos en tu actuar y así el tiempo premiara tu espera.
VIII. Ten fe. Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la Justicia, como destino normal del Derecho; en la Paz, como substitutivo bondadoso de la Justicia; y sobre todo, ten fe en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz.
Cuando perdemos de vista que la ley y solo esta será quien muestre las mejores soluciones de un bien convivir social, descarta la idea que tu trabajo está bien hecho.
IX. Olvida. La Abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras llenando tu alma de rencor llegaría un día en que la vida sería imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
Recuerda abogado ningún asunto lo tomes personal y si en algún momento el resultado no es el esperado mira al frente y continua tu andar ahora con más cautela pero que nunca se pierda tu ambición por ser mejor y aprender día con día.
X. Ama tu profesión. Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.
Aquel que no ama lo que hace, incluso aunque sea bueno en ello, no garantiza que el resultado sea bueno o favorable.
Añadir nuevo comentario